martes, 12 de mayo de 2009

MADURAR EN DIOS

Hay quienes maduran a base de golpes. Tras un mal paso, después de una
traición, al descubrir la propia debilidad, uno empieza a darse cuenta
de muchas cosas...

Quedan, sí, heridas, porque el pasado no perdona y “pasa” siempre su
factura. Pero al menos aprendimos a no ser ingenuos, a no ser
presuntuosos, a no apoyarnos en el dinero, a no empezar el segundo
vaso de vino, a dejar lejos la curiosidad de ver qué se siente si...

Hay, sin embargo, otro camino para madurar. Consiste en vivir en un
diálogo continuo, sereno, confiado, constante, con Dios.

La vida, en este segundo camino, es vista como una llamada, como un
don, como un viaje entre mil compañeros y con un destino común: el
cielo.

El caminante madura desde la escucha continua del mensaje divino. Toma
entre sus manos el Evangelio. Descubre la invitación a rezar
continuamente, a dejar de lado la obsesión por el dinero, a cuidar las
miradas, a controlar los pensamientos, a dejar espacio al servicio, al
perdón, a la acogida, a la esperanza.

El Evangelio sirve como hoja de ruta y como mensaje que llega a lo más
hondo del alma: hay un Dios que me ama, que me busca, que me espera,
que desea mi bien. Hay un Dios que me pide que aprenda a amar a mis
hermanos, a los que se encuentran a mi lado.

Hay un Dios que también me ayuda si he dado un mal paso, si he
cometido un pecado, si me dejé vencer por el egoísmo, si cedí a las
insidias de la soberbia.

Es un Dios que no me quita placeres buenos, pues nunca será bueno algo
hecho de modo egoísta. Al contrario, me ofrece una alegría mucho más
rica, porque viene del mismo Dios que se hace presente en la historia
de cada uno de sus hijos.

Dios me invita, en este día, a caminar hacia la madurez verdadera. Con
ella será posible dar el paso más profundo, más completo, más hermoso
que pueda realizar cualquier ser humano: amar a Dios y amar al
prójimo, sin medida, sin miedos, con alegría, con esperanza. Viviré
así como imagen, como semejanza, de un Dios que podemos definir con
una simple palabra: Amor.