domingo, 23 de noviembre de 2008

no tener confianza es no tener paz

No tener confianza, desconfiar, es perder la calma, es no tener paz.
Hoy en día los hombres y las mujeres desconfiamos de todo y por lo
tanto no tenemos paz. Vivimos recelando, pensando en que todos nos
pueden engañar. Y eso igual pasa dentro de la iglesia, porque no
cogemos la palabra y la ponemos por obra, porque la palabra es la fe y
uno tiene que coger la palabra y comerla no limitarse a escucharla ,
alli está el problema del cristiano que solo oye y no come el pan de la
palabra , por eso vive en la oscuridad.
El Señor nos ha cogido como Abraham y nos lleva donde quiere y uno no
sabe donde lo importante es obedecer y renunciar al tesoro mas grande,
porque si te aferras al tesoro mas grande de tu vida vives una vida
sin sentido, hay que renunciar a ese tesoro mas grande como Abraham
renunció a su propio hijo, Por que donde está tu tesoro allí está tu
corazón.

Tal vez sea porque tampoco nosotros somos auténticos, tal vez sea por
eso. Lo cierto es que vivimos en un mundo de engaño. Engaño en los
negocios, engaño en los artículos que consumimos, comida, cremas,
accesorios, contratos, etcétera; engaño en el amor y en la amistad. Y
cuando somos sinceros, honestos, ¡cuánto nos duele que alguien nos
traicione!

Creer en nuestros semejantes, en nuestros seres queridos, es necesidad
vital para poder vivir. Creer plenamente, sin sombra de duda en el ser
amado es condición necesaria para sublimarnos en toda nuestra
integridad moral como el que alguien nos diga: - ¡Creo en ti!. Pero
los seres humanos nos fallamos unos a otros y es ahí cuando aparece el
dolor, los celos, la desconfianza.

Tal vez hoy tengamos eso, dolor, decepción, estamos heridos, nos han
engañado... Tal vez aquel puesto de trabajo que nos prometieron fue un
engaño, tal vez aquel juramento de amor no fue sincero, tal vez
aquella amistad nos clavó un puñal por la espalda... Traición,
mentira, desilusión, elementos y sensaciones que nos hacen estar
tristes, muy tristes. No queremos hablar con nadie, no queremos
contarle a nadie nuestra pena, ¡nos han engañado! y hemos perdido la
confianza.

Por ese dolor, de la índole que sea, no nos dejemos aniquilar. Dios es
nuestro Padre y nos está cuidando, un Padre todo amor y en Él sí
podemos confiar. Fijémonos en los niños cuando juegan en el Parque.
Andan corriendo un poco lejos de su madre, pero si tropiezan y caen, o
algo los asusta, corren a refugiarse en los brazos de ella que los
acoge solícita y el niño con un suspiro de llanto apoya su cabecita en
el regazo materno porque allí se siente seguro y CONFIADO. Eso es lo
que necesitamos cuando las cosas nos hacen sufrir, tener confianza en
nuestro PADRE Dios pero también en los hombres. El niño no solo cuando
cae o tiene miedo, sino cuando encuentra una florerilla corre gozoso a
mostrársela al ser querido. Así nosotros en nuestras penas, pero
también en nuestros acontecimientos gratos, en nuestros triunfos y
alegrías vayamos a Él para mostrarle y agradecerle todo aquello que
nos llena de dicha.

La falsedad, aunque en estos tiempos parece acosarnos para donde
miremos, no es un mal de hoy. Ya lo podemos ver en el texto de
Jeremías, 9, 3 - 55: "Nada de fidelidad, solo el fraude predomina en
la tierra. Amontonan iniquidad sobre iniquidad... recelan uno del
otro, nadie confía en nadie todos engañan, todos difaman... no hay en
ellos palabras de verdad. Tan avezadas están sus lenguas a la mentira,
que ya no pueden sino mentir".

Nos engañamos, nos mentimos unos a otros porque no somos auténticos.
Hemos de vivir nuestra existencia con autenticidad para poder confiar
y dar confianza a nuestros semejantes.

Estamos llamados a hacer un mundo nuevo. Un mundo mejor. Un mundo
verdad. Y LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES. Para eso tenemos que vivir
nuestra propia vida con auténtica verdad. Una auténtica renovación en
nuestras vidas, empezando por confiar en la Humanidad.

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