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Mateo 13, 1-9. "Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga.» ¿Quiénes pueden escuchar y entender a Cristo? Los que no tienen prejuicios, los que tienen un corazón sencillo. |
Hay hombres que han sobresalido por sus grandes discursos. Sin duda, hombres formados y con excelentes capacidades para la oratoria. Sin embargo, el mensaje más importante, el que trajo Jesucristo de parte de Dios, su Padre, no se construyó utilizando un vocabulario y unas estructuras gramaticales prodigiosas, sino con palabras sencillas: tierra, semillas, pájaros, sol... Jesús utilizó las parábolas para explicar los grandes contenidos de su predicación. De esta manera no excluía a nadie, porque todos podían entenderle. ¿Todos? Bueno, sólo aquellos que tuvieran oídos para escucharle. ¿Quiénes pueden escuchar y entender a Cristo? Principalmente los que no tienen prejuicios, los que tienen un corazón sencillo, los que permiten que el Espíritu Santo les hable en lo más profundo del alma. Por unos instantes, vamos a situarnos en la escena de este evangelio. Jesús se sentó junto al lago y acudió mucha gente. ¿Guardamos cada día unos momentos para acudir a ese “lago” para escuchar a Dios? ¿Con qué frecuencia tomamos entre las manos las páginas la Biblia? Es allí, en esa intimidad, en la que Dios nos habla y nos desvela sus secretos. Es en la oración donde hace que las sencillas palabras impacten en nuestro corazón y nos transformen. |
miércoles, 17 de diciembre de 2008
El que tenga oídos que oiga
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